Cumpleaños
el padre de mis hijas está de cumpleaños: 40 tacos, casi nada y estoy en plena celebración, nos fuimos de aventura el fin de semana y hoy tenemos la fiesta final. En cuanto se levante me tengo que ir... vaya, que tengo tiempo (jejeje).
El sol ya va calentando y voy a por un desayuno para aquel que está siempre dos niñas más allá de mi (eso es muy cerca y a veces muy lejos, ¿verdad?), solo tengo tiempo para un chistecillo:
Ayer corríamos con el coche para volver a casa y descansar después de nuestra microaventura de fin de semana y mi pequeña no paraba de quejarse (quejarse? está diciendo mi voz interior: estaba gritando de dolor, sufriendo por nuestra interminable separación de dos minutos de reloj, arrojándose a un abismo de desesperación y gritando de tal forma que mis células cerebrales empezaron a autodestruirse!) bien pues se quejaba un poco, vale... y yo quise calmarla con lo que tenía más a mano y solo tenía dos tetas (bastante doloridas ya de una lactancia muy acrobática) y me puse a su lado y como ya lleva la silla de mirar hacia adelante pues me puse de rodillas con el cuerpo sobre la silla y como Rómulo y Remo yo tenía a mis dos hijas entre las patas y el trasero pegado al cristal y no es pequeño (el trasero) cuando mi querido marido decide que el mejor sitio para orillarse con el coche son los surtidores de gasolina de una estación de servicio y así podemos hacer un dos en uno: él pone gasolina y yo exhibo mi trasero a los dos señores desde la ventana que queda justo encima del depósito de la gasolina. Yo pensaba que ya solo había estaciones de autoservicio, pues esta tenía dos empleados para nuestro coche y por cosas de la vida yo no llevaba pantalones (esto os lo contaré otro día). No sé si os hacéis una idea de la situación, pero ya hablaremos otro día de lo que no pensábamos que venía de regalo con la maternidad... y de paso, ¡de la buenísima acogida de mi propuesta de diversificar maridos de la semana pasada!
Que tengáis una semana maravillosa en manos de la casualidad y el cariño
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