La parábola
Buenos días,
Hoy no tengo mucho tiempo, me he levantado como cada lunes de noche, para poder estar sola un rato escribiendo, pero ahora mismo tengo una niña encima, arrancándome las manos del teclado y lanzando sus manos a aporrear teclas. Hablábamos la semana pasada de nuestra guerrilla marujil, se me erizaban las neuronas pensando en nuestra dominación mundial, en lo importante que es nuestro trabajo y al mismo tiempo, si me piden que lo describa, mi descripción no puede ser amable. Ser madre es algo así como llevar un brazalete de detención doméstica (si, a veces me encuentro pensando: -oh, me encantaría dar un paseo en piragua: -no! eso no se puede hacer con una enana colgada de la pierna, -leer en silencio? no!! viajar a estambul? -no!, nOOoo!!) de los que pitan si te sales de un perímetro y viene la poli a aporrearte (esos son los remordimientos en este dibujo), cuidando de un bicho o dos (que por cierto ya se han levantado y son mayoría, esto va a durar poco) cuyas maneras deambulan entre perezoso e insecto y cuyas formas, sean como sean, vas a reconocer como la belleza más alta de las especie. Mi hija fue calva como Alfredo Landa durante casi un año y yo no había visto nada más bello en mi vida. Es una especie de viaje de tripi que te lleva como un pelele de la adoración fanática a la furia parricida con todo un ramo de opciones intermedias dependiendo del radicalismo original de cada una. Yo aproximadamente una vez al mes estudio la posibilidad de deshacerme de mis hijas en un crimen limpio e invisible y seguir una vida normal por fin, en la que me pueda vestir con escote a las orejas y pasear a caballo como una amazona para liquidar tiempo y presupuesto si me da la gana, aunque creo que lo que haría es dormir una siesta de 7 horas antes de nada. En todo caso, como dice Patricia, no lo hacemos, que es lo importante. Sigamos con la parábola mientras nos dejen: eso: detención doméstica con un animal babeante que te trepa a la chepa siempre que puede, con el alma en plena ebullición, nos faltaría una tabla de ejercicios para contraer toda la musculatura de la espalda y doblarnos hasta conseguir lesión en rodillas y cadera. Creo que con esta situación ilustrativa, una persona podría vivir una experiencia parecida a la maternidad (fuera de las fronteras noruegas aliñar con dos palmaditas en la cara y un par de insultos de los que cabrean), para el que quiera probar. Sí, no es un festival, no es un idilio: pero sí es una forma maravillosa de sufrir y también está claro, lo de tener cierta influencia en el futuro y el tema de la dominación mundial, bueno, tiene alicientes. Voy a por ellas que ya se están matando los dos bichos míos.
Que tengáis una semana graciosísima, aquí estamos para lo que queráis.
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