La aceptación
Buenos días!
Me encanta empezar la semana con este cuaderno de bitácora. Quiero que sepáis que la razón de escribir estos correos es completamente egoísta y criticable: hacer que mi marido se ocupe de las niñas los lunes por la mañana, que están fuera del convenio (sí, estamos felizmente juntos, pero convenio hay que tener, que sino no hay con qué reclamar horas extra), hacer que todas me adoréis al ofrecer una perspectiva didáctica de todos los defectos de mi familia, expresarme creativamente y amortizar con ello las clases de literatura de la universidad; sentirme útil socialmente y sanar la herida enorme que me hizo, la gran soledad a la que estuvo sometida mi madre. ¿Porqué os contaba todo esto? ya no me acuerdo...
Hace mucho tiempo tenía una enemiga, ella me hizo mucho daño en un momento muy delicado de mi vida, yo tenía 14 años. Desde entonces cada vez que la encontraba por la calle, tenía la oportunidad de hacer una mueca de desprecio, o practicar mi cara de "te odio más que a nada en el mundo" o hacerle saber que si dependía de mi, no le daba ni una tacita de sal; no, a mi casa no puedes venir: ¡una casa menos donde te den sal, perra! Esa era otra ventaja, poder ensayar los insultos más variados y creativos que se puedan. Mantuve a mi enemiga en nómina desde los 14 hasta los 25, pero los últimos años cuando la encontraba me hacía una ilusión tremenda, ah, qué bien... ¡mi enemiga! Era como asistir a un taller de psicodrama pero por sorpresa, podía poner mi cara de mala, me encantaba poner mi cara de mala, manteniendo el tipo, ahí, girando la cabeza, no perder el contacto visual hasta que pasaba de largo y cuando ya estaba segura de que no me podía ver, pensaba en lo mucho que me divertía y en lo que me gustaría verla más a menudo, podía decir incluso que la amaba un poquito, la echaba de menos desde luego. En realidad, con la distancia vi que el hecho de que fuera capaz de pronunciar palabras duras o crueles delante de una niña, solo decía mal de ella y solo debería hacerle daño a ella pero... Yo perdí la confianza en mí misma, la calma y el civismo ante la posibilidad que pudiera decir y pensar algo malo de mi, la posibilidad de no ser aceptada, aunque fuera en el pequeño campo morfogenético que esta vieja cabronceta y yo formábamos. Olvidé sobre mi enemiga hasta hace poco en que alguien ha estado haciendo oposición para esa plaza y me he dado cuenta de que el horror de no ser querido o aceptado sigue aquí, más fresco que nunca. Esto me hace pensar en lo mucho que necesito ganar confianza y mejorar (tenía un amigo que me miraba y me decía: -tu te reencarnas fijo... Estás muy lejos de la perfección miriamcita...). Pero, a lo que vamos: ese dolor fresquito y nuevo que sientí, me hizo pensar también en las veces que no aceptamos a nuestros hijos. Yo no puedo soportar que mi hija reaccione ante un obstáculo llorando y quejándose (un obstáculo a veces puede ser una manga de chaqueta que inexplicablemente no se endereza sola), desde el momento que toma ese camino queda lejos de mi: la aceptación es un regalo que se da con amor y en la familia, se quita también con la excusa del amor. Porque te amo, espero de ti que cumplas con mis más profundos ideales: serás valiente, creativa y ecológica hija, combina como quieras con estos tres elementos con todo lo tuyo, pero estos tres tienen que estar presentes. ¿Y si no qué? Mi respuesta es: nos vamos a enfadar muy a menudo. ¿Qué pena no? ¿Voy a perder muy buenos momentos con mis niñas si eligen no crear nada nuevo o ser dueñas de una gran empresa cementera o petrolera o peor: no tener valor para vivir una vida propia y quedarse pegadas a mi viendo Pepa pig hasta quedar decrépitas? ¿Hasta donde estoy dispuesta a aceptar a estos dos seres humanos en sus elecciones? Creo que lo podemos dejar aquí, me voy a ver si mejoro con un buen desayuno.
Que paséis una buena semana y que aprendáis a confiar en vosotras mismas y a pensar en positivo en todas las circunstancias, a aceptar las críticas con entereza y a las hijas como vengan; eso para empezar y así me enseñáis a mi, que yo aprendo de vosotras.
Un abrazo muy grande y amor para todas y todos
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada