Elige tu aventura
Buenos días!
Los lunes son para hablar y... en verdad, no sé por donde empezar, tengo esta semana muchas y jugosas anécdotas que podríamos compartir: la discusión sobre la obligación o el miedo a la infelicidad; hacer balance del año (el sábado fue mi cumpleaños) o revisar cómo lentamente me he convertido en mi madre (solo me falta el pelo moreno cardado, en serio), o ir al grano y hablar mal de mi marido, lo cual asegura que el post será de lo más leído y compartido o incluso o justamente por ello, hablar de porqué es necesario todo esto: ¿acaso no querías información sobre nuestras actividades y luego vinieron de regalo todas mis reflexiones? ¿porqué no escribo un diario íntimo o me pago un psicólogo? Son preguntas que me hago las madrugadas del lunes. Y no tengo respuestas o tengo todas las respuestas aunque no podría decir cual de ellas debo caminar. Así que puedes escoger, como en los libros aquellos:
1. La obligación: El otro día en la asamblea del grupo, se me ocurrió decir que me sentía obligada a muchas cosas y que ya iba a empezar a enseñar a mis hijas a mantenerse dentro de sus obligaciones para que vayan cogiendo músculo con eso. Al minuto ya estábamos discutiendo sobre si la maternidad puede ser una obligación y también y muy acertadamente sobre si hay que transmitir esta idea tan vieja a los niños de que vivir es estar un poco jodidillo. En el corrillo escuchaba voces que decían: tu elegiste ser madre y ya que elegiste libremente no es una obligación, es algo que has escogido. Seguramente a mi me falta una parte de la escena de ser madre ya que yo lo que decidí es que no quería quedarme sin serlo y un tiempo más tarde ya tenía una cachorra en brazos. Quizás nos faltó ser más maternales o más pareja que se quiere y quiere ver crecer los frutos de su amor, no fué así en nuestro caso. En verdad os digo que nosotros (y visto con perspectiva grita) quisimos sencillamente dejar entrar a alguien más en nuestras vidas y ver qué pasaba y nunca pensamos que lo que vendría sería esto. (cambie whiskie por raíz de maca y quédese con el ritmo). El caso es que llegamos aquí y ya han pasado 5 años de maternidad y algunos menos de paternidad (que los hombres les cuesta un poco ponerse en el papel, le descuento unos meses) y me siento muy feliz, sé que tomé la decisión acertada, pero: me siento obligada la mitad del día. Es cierto que vivimos en una sociedad que premia el sacrificio y así las más de las veces, preferimos ver nuestras acciones como esfuerzos y obligaciones que no como acciones que deseamos y situaciones que construimos. Conozco esa fuerza, soy de naturaleza sacrificada, el esfuerzo me motiva. Eso sí, que los niños estén enchufados a nosotros los padres 24 horas al día me parece una aberración, un fallo que la naturaleza debería haber corregido y una sorpresa que no esperaba para nada. Es más, yo pensé que seguría yéndome de vacaciones sola y ahora no voy ni a hacer caca sola. Por otra parte, no veo la obligación como un grillete. La Rae dice que la obligación es: Imposición o exigencia moral que debe regir la voluntad libre. Mirad qué bello oxímoron empiezo imponiendo y acabo liberando, pero es así como yo lo siento. Las exigencias morales me obligan a hacer muchísimas cosas: amamantar por años, ayudar a los demás, reutilizar y reciclar agua y materiales y os aseguro que es bien incómodo, pero: esta obligación me define tanto como las libertades que me tomo y hace que el espacio a mi alrededor se defina de una forma muy concreta. Estas obligaciones son mías, no pretendo que nadie las siga pero no sería yo si no estuviera agarrada a ellas, aunque sea a veces con disgusto. Espero que mis hijas acojan las obligaciones y las cuiden como yo lo hago, si puede ser con un poquito más de gusto claro. Estas obligaciones se generan por la empatía hacia los demás, por amor al planeta, por solidaridad hacia las personas, por hacer planes de futuro: todas las semillas que generan mis obligaciones son buenas, ninguna es indigna, así que las cuido. Por otra parte: la imposición de la felicidad creo que puede generar más frustración que vivir en el drama. Véase esta charla, como siempre, todo lo que tienes ganas de saber y a veces lo que tenías ganas de decir está en las charlas TED.
2. Mi madre: Me he vuelto igual que mi madre (en el buen sentido). El otro día iba por la calle y tenía delante un grupito de chicos, cuanto más vieja te haces más joven te parece todo el mundo, estos aún olían a nenuco. Me fijé que tenían mucho pelo: piernas, barbas, todo peludo y ni tenían voz de hombres. Estuve a punto de preguntarles cuantos años tenían y si hacía mucho que lucían todos esos pelos y entonces tuve una revelación: acababa de completar la imagen: ya hago TODAS las cosas, incomprensibles para mi antes, que hacía mi madre: reciclar compulsivamente, ahorrar agua, fijarme en los pelos de todos los críos, ponerle más años a mi hija cuando me enfada, desear ir en bata todo el día, bajar a por pan en pijama, herir sin remordimientos, maldecir a mi marido, negarme a cocinar; leer y que se caiga el mundo, dejar que mis niñas se ensucien, no llevar perfumes, maldecir más. Soy como ella y todo esto que antes me parecía indigno, ahora me parece la mejor de las herencias y me hace pensar lo difícil que es entenderse entre generaciones: hablamos lenguajes diferentes.
3. El cumpleaños: he cumplido 39 años el sábado, cada día aprendo algo y lo que más me gusta es aprender: así que me siento feliz. Venga vamos a temas más jugosos, vayamos de lleno a lo de mi marido:
4. Mi marido: eran las 9 de la mañana del día de mi cumpleaños y al abrir un ojo allí estaba diciéndome que se iba a trabajar y me dejaba sola con las dos niñas. ¿Hay una pesadilla peor que después del viernes te levantes y sea viernes otra vez pero en un mundo sin escuelas? Sí, que sea el día de tu cumpleaños. Confieso que enchufé a las niñas en el ordenador a ver 3 horas de Peppa pig y me senté a perder el tiempo durante todas esas tres horas y a comer ganchitos y leche condensada, creo que en un intento deseperado por destruir mi salud y que alguien me cuide a Mi. Hace unos días tuve un sueño, iba a casa de una amiga y veía las cosas tan fantásticas que tenía en su casa y de alguna manera deseaba poder tener también aquellas cosas. Y luego llegó su marido y eran las tres de la tarde en todos los relojes y se disponían a pasar una de tantísimas tardes en familia y creo que la escena se hacía borrosa, pero el sentimiento muy claro: tendré que matarla y quedarme con lo suyo. En cambio, al despertar la sensación fue otra muy distinta: en verdad me gustaría poder tener tiempo para nosotros y poder criar a nuestras hijas ayudándonos y relevándonos, pero resulta que mi chico dormilón y ausente me gusta, no solo me gusta, cada vez estoy más convencida de que tal como es con todas sus virtudes y defectos es el que encaja con todas mis virtudes y defectos: este es el mío. Creo que esta vez no va a haber tanto tráfico como cuando lo insulto. Por cierto, un día me dice mi hija: mamá, ¿qué letras lleva el nombre de papá? Y yo te lo digo: hija, toma lápiz: Ge, i, ele, i, pe, o... jajaja y no sigo más. Suerte que no sabe leer.
Que paséis una semana nutritiva y luminosa
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