Ideas para el futuro
¡Buenos días!
Estoy a punto de irme de viaje, me faltan unas horas para despedirme de mi pequeña gran hija y salir a trabajar una semana, más allá de la frontera, con mi pequeña pequeña hija en la maleta, pero antes de irme, una de mis ensaladas de opinión:
Últimamente, cuando escribo un correo, pienso a menudo en que no tengo derecho a quejarme. La queja sirve de poco, resulta muy solidaria por un lado, al mismo tiempo que en una comparación más amplia, te deja en ridículo. Basta una ojeada rápida al mundo para ver cómo se lanzan al mar para llegar hasta el mismo lugar de nuestra queja y recoger las sobras de lo que desdeñamos. Podría hacer una lista bien grande de las cosas por las que sería lícito quejarse y seguramente la gran mayoría de nosotras coincidiríamos sólo en las preposiciones y los puntos, ningún contenido, palabra o frase sobre nuestra situación estaría en esa lista. Lo que tenemos nosotras no son problemas, son obstáculos, retos: te hacen crecer, no saltar al vacío. Los problemas de verdad te dejan agradecido y con una herida si terminan bien, destruido y enajenado las más de las veces y muerto otras. Nosotras aquí estamos, tan solo haciendo el trabajo más difícil y más intenso que se oferta en el primer mundo. Ojalá podamos hacerlo con serenidad y con tino, porque resulta que para cerrar el círculo, en él está la semilla del cambio: nosotras criamos al nuevo ser: el que será capaz de terminar con las desigualdades, con las fronteras, con el sufrimiento que trae como sello nuestro mundo basado en el mercadeo y la tiranía del billete.
Desde que soy madre, me he vuelto muy tacaña, mi madre también lo era y no entendía porqué: ahora conozco el valor inmenso de cada gramo de material que produce nuestro planeta. Cada derroche es algo menos que dejamos a nuestros hijos y menos aún para nuestros nietos, quizás nada para una tercera generación. Cada "me compro otro, que no vale mucho" es un voto por la continuidad del gordo poder del mercado. Antes de comprar nada pienso si realmente lo necesito, luego si puedo hacerlo yo con materiales de desecho y luego si lo puedo conseguir de alguien que no lo necesite y lo tenga y por último, si nada de esto da resultado, compro con consciencia si la tengo despierta ese día y el dinero me basta. Este es un ciclo que cuesta un poco incluir en la vida en estas latitudes, si no te ocurre lo que a muchas de nosotras: que te conviertes en madre y te dejan fuera del mundo laboral, del mundo del dinero, del mundo en general. Y aquí está la ventaja: eso te deja en la posición ideal para ver, en la distancia, el camino correcto. Hagamos hijos sensibles a la vida, a la naturaleza y a lo humano, que se pregunten porqué hay gente en la calle durmiendo, que no crean que la solución es comprar, que valoren el trabajo de los recicladores y el de las madres tanto como el de los ministros y nóbeles, que quieran crear algo para el mundo y no para ellos solos, que sean abiertos, que tiren las fronteras del país y las del género; que sean ligeros como el aire y sin derroches más que de poesía y agradecimiento, que sean bellos y verdes. ¿Es mucho pedir?
Un abrazo a cada una de vosotras y a los vosotros también y hasta la semana próxima.
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