El karma
Queridas mamás (pongo el acento, que si no suena a teta),
Para la que quiera escuchar (y hablar también) algunas reflexiones del fin de semana: resulta, como dice mi hija resultamente, que este fin de semana estuve en el taller de Yoga de Sharon Gannon (gracias Juliette), hablaba de la emergencia de ser una activista, porque no podemos ya más alargar este estilo de vida en el que una especie animal cree que el mundo le pertenece. Y me recordó el grupo de amas de casa anitisistema que tenemos en marcha (todo empieza por una idea). Si... We have power, entre nosotras puede haber la madre de una presidenta, líder activista, creativa o un empresaria que cambien la manera de hacer y ver las cosas en el mundo. Tenemos una responsabilidad, pongamos en orden nuestras prioridades: ¿Qué queremos conseguir?
-Que el planeta pueda ser verde, saludable, limpio y diverso.
-Que cese la violencia y seamos realmente una sociedad civilizada (solidaria, humilde, integrada en la naturaleza, buena, abierta, inteligente).
-Eliminación total de la esclavitud y abuso sobre cualquier animal humano y no humano
-Eliminación del sistema económico mundial y de monopolio sobre los recursos: y con él del sufrimiento por razones económicas y de desigualdad.
Seguro que no hay una sola de vosotras que no quiera lo que hay en esta lista, más bien pondríais más cosas: más yoga, más sexo, más alegría... bueno, he ido a lo básico, lo demás viene de la mano, no? en un planeta más verde, estamos más sanos y somos más felices, en un planeta sin esclavitud sueltan a mi marido del trabajo y yo me libero de mis hijas y nos vamos a practicar yoga y sexo todo el tiempo, las niñas juegan fuera con monitos y mapaches. Va, esto es serio Miriam. El caso es que soy ambiciosa hoy después de este taller y creo que puedo cambiar el mundo y creo más aún que nosotras juntas podemos cambiar el mundo y ¿como? Os cuento una historia, es un cuento tradicional chino, lo cuenta Jodorovsky en muchos de sus talleres.
En un lugar en oriente, había una montaña muy alta y con su sombra tapaba la aldea. Y por ello los niños crecían raquíticos. Y una vez un viejo, el más viejo de todos, se va con una de esas cucharitas chinas de porcelana y sale de la aldea.
Y le dicen los otros:
-Adonde vas viejito.
-Voy a la montaña.
-Y a qué vas.
-Voy a mover la montaña.
-Y con qué las vas a mover.
-Con esta cucharita.
-Jajaja, Nunca podrás.
-Si, nunca podré, pero alguien tiene que comenzar a hacerlo.
El camino más difícil empieza por un pequeño paso. Recuperemos la lista de deseos del principio:
-Quiero un planeta verde, bello y libre: voy a empezar por no usar productos desechables: cada material de este planeta es sagrado.
-Quiero acabar con la violencia en el mundo: elimina la violencia de tu vida: no mates a tu pareja, no mates a tus vecinos, no mates a ningún animal en definitiva, puedes comer otras cosas.
-No más esclavitud: voy a dejar de comer lácteos, para no participar del sistema de tortura y abusos sexuales a los que someten a las madres vacas, ovejas y cabras.
-Eliminar el sistema económico: he sembrado en mi mente la frase: no necesito nada.
Estas son mis cucharitas para esa montaña (llámala capitalismo, cultura occidental (porque llamarla civilización sería un oxímoron demasiado gordo), sociedad de consumo). Cada una puede encontrar la suya, su forma de disolver la maldad del mundo con algo positivo, no hay mejores armas, porque estaremos haciendo una cosa más importante: abrir nuestras mentes a pensar que el mundo es bueno, que hay un amor inmenso esperando a crecer el día que creamos en él, alguien nos observa muy de cerca y crecerá con este ejemplo.
Me sentó muy bien que me pusieran del revés en el taller, ya véis. No dejéis de probar a subir las piernas por encima de la cadera alguna vez y a pensar que el mundo puede ser mejor gracias a vosotras.
Un abrazo
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