Maruja trascendente

Y aquí viene la parte donde hablamos, yo empiezo, vosotras después. Me encantan vuestras respuestas, siento no poder a veces seguir hablando más. Las madres tenemos mucho para dar, creo que somos personas en una situación muy especial: observamos crearse y crecer a una pequeña muestra de la humanidad. Si estás atenta, te llegan incontables mensajes sobre la vida y el sentir. Y si estás muy atenta, ya no sabes donde meter tanta enseñanza, te sale la filosofía por las orejas, te repite la moraleja y te pones de una mala leche increíble. En serio, creo que estamos en un momento de gran intuición, nuestra capacidad deslumbra y parece que hasta alela a quien tenemos al lado... Ahí os lo dejo... Algunas semanas el agobio es bien grande, tanta trascendencia no hay quien la aguante y mezclada con la prisa hace un cóctel horrible. La gente que trasciende va a lugares apartados, espacios diáfanos y tranquilos. Pero las madres no, nosotras trascendemos a lo bestia, entre compras de camino a un sitio y talleres y actividades y ver a la familia y conseguir estar en el mundo sin apestar a borrega, muchas responsabilidades y una agenda echando humo todas las semanas. Cuando mis hijas paran en la juguetería de camino al cole y tengo trabajo después de dejarlas, es cuando más trasciendo, creo que algún día me he llegado a elevar, la ligereza de soltar el ego a volar y quedar solo con lo esencial para vivir: oxígeno y capacidad de improvisación.
Los fines de semana es necesario volver a la tierra y a veces lo hacemos en una casa que tenemos en el quinto pino, allí donde el edificio más grande que veas nunca será un museo, seguro es un criadero de pollos. En una zona de frontera que si te descuidas saliendo de casa por un paseo ya no te hablan en tu lengua. Pues allí, que es como la isla de perdidos pero en la frontera con Teruel, no se escuchan aires acondicionados, ni a penas coches; los móviles no funcionan, hay tan poca red que ni te dan la hora. Huele a lavanda y romero y a caquita de cabra. Mis vecinos son gente sencilla y muy sabia, parecen felices. Yo soy feliz estando allí, la maternidad me ha vuelto un bicho un poco raro y allí puedo ser una más entre los bichos, lejos de las personas, sola con mis hijas y con el bicho raro que también se ha vuelto mi marido.
Lo siento, me he subido aquí arriba a descansar y a verme, antes de que el enorme tsunami que de la semana lo arrase todo. Desde hoy empiezo un nuevo trabajo, contrato de 40 horas semanales. Y todo el tiempo tengo la sensación que yo ya tengo un trabajo y que me va a ser difícil poder hacer dos al mismo tiempo. Me pregunto cuanto tiempo tardaré en ir a la oficina con una hija o en llamar reunión a pasar el mediodía con mis niñas. La última vez que me preguntaron la profesión para un papeleo respondí sin pensar, lo que todo el mundo: profesión es aquello que está reconocido y remunerado. Luego no dejaba de pensar que les había mentido: yo no creo que sea blablagrafa, creo que soy madre o ama de casa y es una pena no haber tenido el acierto de decirlo y así, aunque sea en un papel insignificante empezar a defenderlo. La próxima no se me escapa. Y cuando me pregunten el nivel de estudios... máster en teología de la trascendencia o lo que es lo mismo: madre doble sin abuelos.

Que disfrutéis con el corazón, las tripas y los genitales lo que váis a vivir esta semana. Un immenso abrazo

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