Cómo ser una buena madre
Buenos días mujeres,
Hoy he madrugado para hablaros un poquito, me he visto brillar una cana en la cabeza y he pensado que estoy ya mayor (casi rozo los 40) y puedo crear escuela. Como todos los que tienen un blog de crianza, yo también quiero explicar lo que tenéis que hacer (sí, lo digo con ironía). Hoy vamos a tratar el tema de gritarle a los hijos. Ayer estaba en mi casa con mis niñas disfrutando de las grandes oportunidades de crecimento y reflexión que te dan 4 días (por la patilla (de las maestras que se han pedido vacaciones)) sin escuela. Me di cuenta de que les estaba gritando a mis hijas por tercera vez ya en el día y que como las otras dos veces no sentía más remordimiento que el que puedo sentir al rayar una patata. Si, yo leo todos los libros y los blogs que te cuentan lo terrible que es gritarle a los hijos, que empiezan a segregar sustancias destructivas del organismo cuando lo haces y como antes de hacerlo deberías extirparte una parte del cerebro que tienes mala por tener ese deseo y tratarte quirúrgicamente el alma. Como una buena madre hice todo lo que estuvo en mi mano para evitar los gritos: leí libros de Laura Gutman para ver lo culpable que soy de todas las sombras que se proyectan en casa, me los callé y comí, me constelé dos veces pidiendo no gritarle a mis hijas, no ser más una madre histérica, talleres sobre las emociones para aprender a dominar al monstruo. Quiero ser una de esas buenas madres de los blogs que están llenas de luz mágica, la que no da sombra. Y resulta que sigo gritándoles a mis hijas, ayer para no gritarles una cuarta vez en cuanto subí el tono de voz, giré con disimulo hacia cantar opereta (no os perdáis esta técnica, da resultados). Yo pensé que en la última constelación me saldría una ancestra loca que gritaba a través mío, y las hay, pero Charo tenía una idea distinta. Dejó de lado mis ancestras y me puso a mi en el centro de mis pensamientos: tratamos mi yo fantástico (que también lo tengo), mi yo macabro y gritón, mi yo capaz y mis debilidades y mis cadáveres mentales aparecieron por ahí y pusimos orden, unimos lo que había que unir y no quise quitar nada. Todo es mío y lo quiero. El tiempo ha pasado, las constelaciones llega un día (quizás al cabo de un año) en que te das cuenta de que funcionaron y que tienes quizás no lo que querías pero sí lo que necesitabas. Y vamos a ver, sigo gritando pero me da igual, como no voy a gritar. Pensando en el tema, vamos a plantearlo de una forma lo más científica posible:
A. Llevo ya más de 200 semanas de atención continua: a parte de algún curso de fin de semana o acudir volando a solventar alguna desgracia familiar, la atención y responsabilidad sobre las hijas son continuas, son un peso sobre las espaldas de una pareja. Llevar un sofá de 3 plazas puede ser divertido entre dos desde luego, pero uno solo lo más que puede hacer es arrastrar y empujar como pueda.
B. No tengo parientes a los que llamar para que me quiten de encima los bichos unas horas.
C. Mis hijas son maravillosas y como cualquier niño tienen la necesidad de tomarme el pelo, ningunearme, batir la casa como si hubiera pasado un huracán, hacerme sentir como una mierda, acordarme de lo bien que estaba cuando podía ir a comprar pan sin tener que resolver 3 operaciones de lógica y dos operaciones cuánticas antes.
D. Mi infancia no me empoderó la verdad, mis padres hicieron lo que pudieron pero no soy una persona libre y fuerte capaz de ir con su enorme confianza como si fuera un cojín en el que encontrar comodidad y seguridad en todo.
E. He repetido en un tono de voz amabilísimo de manual el hecho ya unas 59 veces.
Bueno, pues si juntas más de dos de estas en tu vida personal, puedes ponerle un poco de G (unos gritos vaya) a tu vida, te descargarás, las niñas quedarán flipando con tu enorme potencial y al cabo de unos minutos, si tu lo superas, ellas lo superarán. Si te nace gritarle a tus hijas puedes probar también a aceptar que eres una madre completamente normal y buena que simplemente necesita gritar. Gritarás menos, se te pasará antes y tus hijas estarán más felices y confiadas.
Así que ya podéis hacer las combinaciones para vuestro menú diario: A+E=G; C+D=G, incluso A+C+D-B (un día de suerte que mi padre me quiere ayudar)=G
Gritar con gusto, reíros luego y no os sintáis mal por ello, pedir disculpas como cualquier cosa que haces que no es buena pero la has hecho: rompiste el plato, pues te disculpas y a seguir con otra cosa. Y si no te funciona y te sientes mal... Llamas a Charo: 699228992 ;)
Un abrazo enorme a todas y gracias por los ánimos de cada semana y los cuidados que me mandáis por mail.
Miriam
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